Cuando Galileo demostró con su
pequeño telescopio que Júpiter tenía lunas y éstas se movían, acudió a la casa
romana del cardenal Cesare Cremononi, famoso matemático, y le dijo: “Monseñor,
tengo la prueba de que Aristóteles está equivocado –para Aristóteles el
universo no tenía movimiento-, venga a ver cómo las lunas de Júpiter se
mueven”.
“Mira, Galileo- respondió
atemorizado Cremononi-, la ciencia de este mundo se construyó sobre los pilares
de la sabiduría aristotélica. Desde hace dos mil años los hombres han vivido y
han muerto en la creencia de que la tierra es el centro y el hombre el amo del
universo. A nosotros Dios nos hizo a su imagen y semejanza. Después Jesucristo
bajó a la Tierra y nos dio su regalo: el cristianismo, que ha ido mucho más
allá de Aristóteles, lo ha perfeccionado y espiritualizado”.
“He gastado mi vida al servicio
del cristianismo, su enseñanza me ha traído paz y felicidad. Y ahora que soy un
viejo y me queda poco tiempo, ¿por qué vienes a destruir mi fe en todo lo que
amo? ¿Por qué quieres envenenar los pocos años que me quedan con vacilaciones y
conflictos? No me lastimes, no quiero ver a Júpiter ni a sus lunas”.
“Pero ¿la verdad, Cesare, no
significa nada?”.
“No, déjame, lo que necesito es
paz”.
“Qué extraño, para mí la paz y la
felicidad siempre han consistido en buscar la verdad y admitirla. El mundo se
compone de gente como tú y yo, Cremononis y Galileos. Tú quieres que se quede
como está, yo lo empujo hacia delante. Tú tienes miedo de mirar al cielo porque
quizás puedas ver en él algo que desmienta las enseñanzas de toda tu vida, y yo
te comprendo porque nuestra tarea es pesada y desgraciadamente hay muchos como
tú, pero solo uno de nosotros es el que triunfa”.
“¿Y si triunfas, Galileo? Si te
las arreglas para demostrar que nuestra Tierra es una pequeña estrella
miserables como miles de otras y la humanidad es solo un puñado de criaturas
aventadas al azar en una de ellas, ¿qué habrás ganado? ¿Rebajar al hombre hecho
a la imagen de Dios? ¿Degradar al amo de la Tierra y convertirlo en un gusano?
¿Es eso lo que Copérnico y Kepler y tú están buscando? ¿Es esa la verdadera
finalidad de la astronomía?”.
“Nunca pensé en eso –respondió
Galileo-. Busco la verdad porque soy matemático y creo que cualquiera que
acepte la verdad está más cerca de Dios que aquellos que construyen su dignidad
humana sobre errores sin sentido”.
“Galileo, tengo ochenta y tres
años, he fundamentado mi vida en una filosofía y en un modo de pensar
aristotélico, déjame morir en paz”.
ELENA PONIATOWSKA ES PREMIO CERVANTES 2013.
ELENA PONIATOWSKA ES PREMIO CERVANTES 2013.
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