Muerte injusta.
El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana para esperar el buque. Estaba nervioso, no sabía si alguien de su familia le estaría esperando para despedirse de él. Llevaba años sin saber nada de ellos, había intentado contactar con ellos, pero ni su madre ni demás familia quisiera saber nada. Santiago albergaba la esperanza de verlos por última vez antes de su ejecución, por eso cuando le dijeron que cuál era su último deseo ante un gran manjar eligió poder despedirse de los suyos. Con mucho esfuerzo sus padres decidieron ir a despedirse y Santiago, cuando los vio, se quedó de piedra, porque parecían dos ancianos por el acoso que tras su detención habían tenido que sufrir. Por eso los padres se trasladaron de residencia, empezaron en un nuevo trabajo y aunque Santiago no lo sabía sus padres si se interesaban, pero no le visitaban para evitar males mayores. Santiago al enterarse de eso tras el encuentro con sus padres no le importó que le ejecutaran aunque era inocente porque tenía la conciencia tranquila. Durante la ejecución de Santiago, sus padres abrazados el uno al otro, lloraban por la muerte injusta de su hijo Santiago
Tania Velasco
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