Las gafas de sol
Hace tiempo, quería unas gafas de sol ya que llegaba el buen tiempo. Me fui de compras con mis amigas y en una tienda vi unas preciosas, pero lo único que me sorprendió es que eran demasiado baratas. Rápidamente pregunte al dependiente sobre las gafas para asegurarme bien del precio, pero el se puso muy nervioso, como si algo raro le pasara. Me dijo que el precio no mentía, así que decidí comprármelas.
Al día siguiente me las puse y quedaban muy bien, hasta que al rato de llevarlas puestas empecé a marearme. Al principio no le di importancia, pero cada vez que me las ponía volvían los mareos y mas tarde, veía cosas que no eran normales. Era como si las gafas me provocaran a hacer cosas que no quería y sentía la necesidad de hacerlas, me estaba volviendo loca. Después de todo esto me dieron ataques de ansiedad y un escalofrío recorría mi cuerpo. Hablé con mi madre y fui al médico, pero éste no notó nada raro, es más, decía que estaba completamente sana. Me resultó raro porque solo me pasaba con las gafas puestas y claro en el médico no las llevaba. Así que decidí ir a la tienda y hablar con el dependiente.
Cuando llegué el dependiente me miró, creo que se acordó de mí, pero sin embargo agachó la cabeza. Me dirigí a él y le conté lo sucedido, éste con cara de preocupación me llevó al almacén y me lo contó todo:
Hacía ya dos años de todo cuando Valentina compró aquellas gafas. La sucedía lo mismo que a mí, pero cuando quiso devolverlas fue demasiado tarde, pues se había vuelto loca. Los familiares fueron inmediatamente a devolver las gafas porque decían que estaban malditas. El dependiente no le dio importancia hasta que se dio cuenta de que era verdad, ya que siempre venía la gente a devolver esas gafas, e intentó deshacerse de ellas pero no había manera, siempre volvían, y después de mucho tiempo sin venderse no le quedó más remedio que vendérmelas a mí.
Después de ésta historia no me quedó más remedio que devolverlas, ya que no era mi responsabilidad. Cuando me marché de aquella tiendo, vi que una chica más o menos de mi edad miraba las gafas con gran entusiasmo y mi obligación era por lo menos, advertirla, así que lo hice, pero ella no me hizo ningún caso y se las llevó.
Sandra Jaén
Hace tiempo, quería unas gafas de sol ya que llegaba el buen tiempo. Me fui de compras con mis amigas y en una tienda vi unas preciosas, pero lo único que me sorprendió es que eran demasiado baratas. Rápidamente pregunte al dependiente sobre las gafas para asegurarme bien del precio, pero el se puso muy nervioso, como si algo raro le pasara. Me dijo que el precio no mentía, así que decidí comprármelas.
Al día siguiente me las puse y quedaban muy bien, hasta que al rato de llevarlas puestas empecé a marearme. Al principio no le di importancia, pero cada vez que me las ponía volvían los mareos y mas tarde, veía cosas que no eran normales. Era como si las gafas me provocaran a hacer cosas que no quería y sentía la necesidad de hacerlas, me estaba volviendo loca. Después de todo esto me dieron ataques de ansiedad y un escalofrío recorría mi cuerpo. Hablé con mi madre y fui al médico, pero éste no notó nada raro, es más, decía que estaba completamente sana. Me resultó raro porque solo me pasaba con las gafas puestas y claro en el médico no las llevaba. Así que decidí ir a la tienda y hablar con el dependiente.
Cuando llegué el dependiente me miró, creo que se acordó de mí, pero sin embargo agachó la cabeza. Me dirigí a él y le conté lo sucedido, éste con cara de preocupación me llevó al almacén y me lo contó todo:
Hacía ya dos años de todo cuando Valentina compró aquellas gafas. La sucedía lo mismo que a mí, pero cuando quiso devolverlas fue demasiado tarde, pues se había vuelto loca. Los familiares fueron inmediatamente a devolver las gafas porque decían que estaban malditas. El dependiente no le dio importancia hasta que se dio cuenta de que era verdad, ya que siempre venía la gente a devolver esas gafas, e intentó deshacerse de ellas pero no había manera, siempre volvían, y después de mucho tiempo sin venderse no le quedó más remedio que vendérmelas a mí.
Después de ésta historia no me quedó más remedio que devolverlas, ya que no era mi responsabilidad. Cuando me marché de aquella tiendo, vi que una chica más o menos de mi edad miraba las gafas con gran entusiasmo y mi obligación era por lo menos, advertirla, así que lo hice, pero ella no me hizo ningún caso y se las llevó.
Sandra Jaén
No hay comentarios:
Publicar un comentario