CONFESIÓN DE UN ASESINATO
Y tras mirarte a los ojos,
enfurecidos cual tormenta nocturna,
no sé si fue casualidad o fortuna
logré comprenderte entre sollozos.
Entre edificios, calles y despojos
nos alumbraba la pálida luna,
momento extraño que sabía a locura,
mucha gente cerca, para mí solo nosotros.
Se palpaba la tensión en el ambiente,
se oía el silencio de la noche,
sintiendo la angustiosa lluvia en la frente.
Me daba todo igual, me sentía indiferente,
subimos a mi sucio y abollado coche
y me relataste aquel "no accidente".
Javier García Cobián
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