miércoles, 15 de diciembre de 2010


Odio al amor.

He aprendido que el dolor es inevitable,
sufrir por amor
pero el sufrimiento es opcional.
Estoy cansada de sufrir por amor,
de sentir punzadas en el corazón cada vez que le veo.
Me recuerda al aroma que desprende una rosa marchita,
o a la fragancia de sus desterrados besos.
Aún mantengo el recuerdo de su sabor,
a la intocable piruleta de un niño pequeño,
al sabor amargo de esta inútil espera
o al sabor de la miel que una vez en tus labios, se desvanece.
Quiero olvidar el insinuante color rojo de su sonrisa,
y ese negro carbón de sus pícaros ojos,
pero no será posible sin antes olvidar
el color rosa del mundo ideal que me prometió.
El tacto de una rosa aparentemente desnuda,
pero en verdad punzante como una afilada aguja,
como el sonido de las gotas de agua al deslizarse por su rostro
o tal vez como la sensación
que produce en mi un día lluvioso de verano.

Me recuerda a un frondoso bosque con los árboles deshojados.

Cristina Ratero

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