Lo que hacemos es destruir
palabras, centenares de palabras cada día. Estamos podando el idioma hasta
dejarlo en los huesos (…). La destrucción de las palabras es algo de gran
hermosura. Por supuesto, las principales víctimas son los verbos y los
adjetivos, pero también hay centenares de nombres de los que uno puede prescindir.
No se trata de los sinónimos. También los antónimos. En realidad ¿qué
justificación tiene el empleo de una palabra solo porque sea lo contrario de
otra? Toda palabra contiene en sí misma su contraria. Por ejemplo tenemos
“bueno”. ¿Si tienes una palabra como bueno qué necesidad hay de la contraria,
“malo”? Nobueno sirve exactamente igual (…) ¿qué sentido tienen esas confusas e
inútiles palabras “excelente, espléndido” y otras por el estilo? Plusbueno
basta para decir lo que es mejor que lo simplemente bueno y dobleplusbueno
sirve perfectamente para acentuar el grado de bondad. (…)
¿No ves que la finalidad de la
neolengua es limitar el alcance del pensamiento, estrechar el radio de acción
de la mente? Al final, acabaremos haciendo imposible todo crimen del
pensamiento. En efecto ¿cómo puede haber crimental si cada concepto se expresa
claramente con una sola palabra, una palabra cuyo significado esté decidido
rigurosamente y con todos los significados secundarios eliminados y olvidados
para siempre?
LiteRosa.
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