-Más delgado
–susurró el viejo gitano de nariz macilenta a William Halleck, cuando éste y su
esposa, Heidi, salían del juzgado.
Sólo dos palabras, emitidas con su
aliento dulzón y empalagoso.
-Más delgado.
Y antes de que
Halleck pudiera apartarse, el viejo gitano alargó la mano y acarició su mejilla
con un dedo contrahecho. Sus labios se ofrecían abiertos como una herida,
mostrando unos pocos dientes que sobresalían de sus encías. Eran verdes y
negruzcos. Su lengua se retorció entre ellos y luego se deslizó por sus
sonrientes y amargos labios.
Más delgado.
Maleficio, Stephen King
selección de Laura García de la Cueva
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