Olas de Arena
A veces sus enfados me resultaban irritantes, no
comprendía como podía ponerse así en nuestra situación. La arena irradiaba
calor bajo nuestros pies, haciendo de ese lugar un horno incandescente que
amenazaba con calcinarnos. El sol era una gran bola de fuego, como en la
canción de rock.
-Apenas nos queda agua.
-No podemos permitirnos derrocharla.
-Tampoco iba a ponerme a hacer atletismo.
Seguimos caminando durante unas decenas de metros, el
Sol empezaba a derrumbarse sobre el horizonte, dándole al desierto un ambiente
mágico.
-¿Sabes dónde estamos exactamente?
-En la jo**da mitad de ninguna parte
-Exactamente.
Entonces lo vi. Un escorpión amarillo enorme que
avanzaba vacilante hacia nosotros.
-Creo que tenemos otro motivo de preocupación.
Se escuchaban ruidos lejanos de posibles alimañas,
que sonaban como las risas del diablo. Salía humo de nuestras cabezas por la
evaporación del sudor y mi boca tenía el sabor del caucho.
De repente vi al escorpión sobre el pie de mi compañero
a punto de asestarle su mortal aguijonazo.
-¡Cuidado!- grité.
Pero ya era demasiado tarde, el escorpión se fue
entre las dunas, y Juan yacía sobre el suelo. Me arrodillé junto a él y lo
sujeté entre mis brazos.
-Jeje, ¿sabes algo? Siempre quise ser escritor y
vivir para contarlo.
Y murió entre mis brazos, en aquella fría noche en un
mar de arena.
José luis Linares
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