jueves, 4 de noviembre de 2010

RECOMENZAMOS XV


Yo no maté a mi padre, pero a veces me sentía como si hubiera contribuido a ello. Todo comenzó una mañana gris, era el mes de diciembre, había niebla, hacía frío, el suelo estaba mojado… y yo no volvería a ser la misma. Era la hora de comer cuando volvía del instituto a la vez que mi padre llegaba de trabajar, empezamos a comer, y ¡cómo no! también empezamos a discutir, por cosas que a mí me parecían tan importantes y hoy me doy cuenta de que no lo son. Todas habíamos quedado para ir a dormir a casa de Ana y yo no estaba segura de que mi padre me dejara ir porque hacía muy mal tiempo y además estaba lejos, pero yo insistí, insistí, lloré, pataleé, grité hasta que el se rindió y yo como siempre me volví a salir con la mía. Llegó la noche, todo estaba preparado y mis amigas me vinieron a buscar, lo único que me pidió mi padre fue lo único que no hice llamarle cuando estuviera allí. Pasaban las horas y mi padre miraba el reloj angustiado no recibía mi llamada y al llamarme él no contestaba porque no oía el móvil ya que todas nos estábamos riendo.
Me dejó un par de mensajes, parecía muy preocupado por lo que decidiría coger el coche y venir a buscarme pero no logró llegar, el suelo estaba mojado, había niebla, hacía frío… el coche dio dos vueltas de campana, mi padre quedó tirado en la carretera, cuando volví a verle no pudo escuchar lo mucho que lo quiero y lo querré, no lo maté pero me siento tan culpable…

Lucía Barrilero

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