lunes, 31 de marzo de 2014

LITERALIZAMOS IV

La estancia no era muy clara, no podía abrir los ojos y oía a mi madre llorar en silencio. La situación se repitió día tras día durante un par de meses. Casi diariamente entraba un hombre a revisarme y ese día mi madre se pasaba más tiempo del normal llorando. Todos los días me hablaban y me contaban lo que les había pasado pero yo solo oía, no podía hablarles ni preguntarles que les pasaba y porque no estábamos en casa. La situación se fue alargando y yo ya me estaba empezando a cansar de estar allí. Un día mi madre salió a hablar con el señor que venía diariamente y pude oír a una niña, solo nos separaba una pared, ella estaba en su habitación y yo en la mía. Parece ser que ella también me oía, comenzamos a hablar y justo en ese instante entro mi madre, nos callamos pero en ese momento solo teníamos miedo de que las paredes oyesen. Desde ese día perdí la noción del tiempo, hablábamos continuamente y nos contábamos las cosas que nos sucedían, pero una tarde mientras mis padres bajaron a comer comencé a abrir los ojos poco a poco porque la luz me hacía daño y desde ahí dejé de oírla, mis padres subieron corriendo y me abrazaron emocionados. En cuanto me dieron el alta fui a visitar a la chica de la habitación de al lado y cada semana iba a verla.

Lucía Seneros López 3ºB

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