viernes, 4 de abril de 2014

QUIJOTIZANDO EL SIGLO I



Don Quijote, presidente


Estaba don Quijote pensativo intentando descubrir qué acontecimiento extraordinario les rodeaba. Sancho Panza, por su parte, andaba asustadizo confiando en que su señor supiera qué hacer.


- Señor don Quijote, ¿sabe su merced qué fecho nos acontece y en qué inhóspito lugar nos hallamos? – preguntó Sancho.


- Amigo escudero, la ciudad que nos rodea es Madrid por lo que puedo apreciar en esa clase de cártel que nos da la bienvenida.


- Mi señor, estuve varios años hace ya en Madrid y le aseguro que no se asemeja en nada a este lugar. ¡Mire aquello! parecen carros que van más rápido que un halcón y que circulan por estos caminos tan raros con rayitas blancas que me supongo que serán para decorar. Además la gente que yo vi al venir aquí por aquella época no vestía unos ropajes tan raros y mire que me parece estar viendo a más de uno hablando solo poniendo la mano en la oreja mientras sostienen un instrumento que por seguro tengo que debe ser producto del diablo.


- Sin duda Sancho, todo esto es obra de mi enemigo el mago Malccifar que ha transformado a esta ciudad y a esta gente, y yo, como caballero andante que soy, ayudaré a salir de este mal a esta pobre gente.




Recorrieron don Quijote y su escudero la ciudad, no sin miedo ante las miradas atónitas de la gente, cuando don Quijote gritó de repente:


- ¡Fíjate Sancho, delante de aquel palacete de color blanco hay mas de quinientas personas gritando las injusticias que padecen! ¡Debo ir a preguntar que mal les acontece!




En esto fue don Quijote hacia la masa y se acercó a una chica que, al principio, al ver al Caballero dela Triste Figuradesconfió pero accedió a contestar a las preguntas del caballero:


- Señora de inigualable hermosura, dígame su merced qué es lo que aquí reclaman y las injusticias que condenan – dijo don Quijote.


- Señor, no sé que es lo que pretende hacer pero lo que estamos haciendo es protestar contra los ladrones que ahora mismo están en este edificio reunidos y que no hacen nada que nos ayude – explicó la chica.


- Señora, tendrá que explicarme mejor si desea que mi figura ayude a esta buena gente.


- Verá, por lo que creo usted no se ha enterado de la situación. Ese edificio es el Palacio de los Congresos y allí dentro están los culpables de que muchas familias no tengan ni para comer y que ellos mientras sigan aprovechándose de nosotros.


- No hable más buena mujer, ¡por mi señora Dulcinea del Toboso juro que haré justicia ante esta honorable gente!


Rodeó don Quijote subido en Rocinante el edificio mientras Sancho Panza miraba incrédulo alejado del alboroto. Sabrá Dios cómo un loco de la talla de nuestro héroe consiguió entrar dentro del Palacio de los Congresos.


Al llegar al semicírculo dónde se hallaba gobierno, oposición, cortes y demás personas ganduleando, se hizo un silencio sepulcral que solo se irrumpió cuando don Quijote dijo:


- ¡ Cobardes y viles criaturas pagaréis el daño que le habéis causado a aquellas humildes personas!

Don Quijote cogió su lanza y arremetió con ella a toda persona que se cruzaba en su camino mientras corrían para huir de la valentía de nuestro caballero andante (eso sí, que nadie se escandalice que sólo hubo heridos).

La gente que esperaba fuera y que fue testigo de la hazaña de Don Quijote le alabó y reconocieron su magnífica figura.
La noticia se conoció por toda España y todo el mundo reconoció la honorable batalla del caballero por lo que le suplicaron que fuera él quién gobernara este país. Don Quijote declaró que él debía seguir haciendo justicia aunque propuso a su escudero como gobernador para cumplir la promesa que le hizo en antiguas aventuras. Todo el mundo estuvo de acuerdo y Sancho Panza se alzó con el poder y con el paso de los años se convirtió en el mejor presidente de la historia de nuestro país (porque aquí hasta el más tonto es mejor gobernador).

Don Quijote, por su parte, siguió con sus aventuras y su leyenda y su figura se hicieron eternas.



Silvia Bonilla

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