viernes, 6 de noviembre de 2009

KAFKAMONÍAS I



Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana de su inquieto sueño, se encontró en la cama convertido en un insecto gigante. No fue algo que le preocupara demasiado. Gregorio no había hecho nada de provecho en su vida y tal vez le fuese mejor en el cuerpo de un monstruo. El nuevo insecto gigante se lo tomó como una segunda oportunidad que le brindaba el destino.
Le entró hambre y se dirigió a su pequeña cocina para buscar alimento, pero no se le hizo apetecible ningún comestible de la nevera. En cambio, comió de su cubo de basura hasta vaciarlo. Esto le dio una idea: podría tratar de abrir un negocio de eliminación de residuos. Si el plan funcionaba, seguro que se haría millonario.
Pero no funcionó. Al salir a la calle, todo el mundo se asustó de su aspecto y no consiguió hablar con nadie para poner en marcha su proyecto. El insecto se acostó, triste por seguir siendo igual de inútil.
Cuando el insecto gigante, antes conocido como Gregorio Samsa, se levantó a la mañana siguiente, se encontró en la cama convertido en un superhéroe deforme. Ahora poseía la habilidad de la fuerza sobrehumana y unos brazos tan grandes que parecía que bajo su piel se encontraban dos bolas de bolos, por lo que decidió llamarse Hombre-Bola-De-Bolos. Aunque el aspecto, y el nombre, eran ridículos, seguro que ahora podría serle útil a alguien con sus poderes.
Hombre-Bola-De-Bolos se encaminó a la calle, en busca de problemas que resolver. Observó cómo un hombre forcejeaba con una señora mayor para robarle el bolso, por lo corrió a socorrerla. Sin embargo, los músculos de su cara estaban tan hinchados que le tapaban un poco los ojos y no apuntó bien. Ésta fue la razón de que golpease brutalmente por error a la anciana, que fue puesta en órbita alrededor del planeta. Después, el ladrón escapó con su botín. Hombre-Bola-De-Bolos volvió a acostarse más triste que nunca.
Cuando Hombre-Bola-De-Bolos, antes un insecto gigante que había sido conocido como Gregorio Samsa, se despertó a la mañana siguiente, se encontró en la cama convertido en un chico normal. Era como si hubiese vuelto a la adolescencia, lo que no le inspiró mucha confianza, pero tal vez la tercera transformación fuese la buena.
Decidió llamarse, a partir de aquel día, Javier Amós.

Javier Amós Membrilla



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