sábado, 7 de noviembre de 2009

KAFKAMONÍAS III



PREMONICIONES

Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana de su inquieto sueño, se encontró en la cama convertido en un insecto gigante.

Desde la cama miró el reloj digital de la mesilla de noche. Las siete y media. Se levantó y fue hacia el baño para tomar una ducha pero no pudo atravesar la puerta: las jambas limitaban un espacio estrecho en comparación con el ancho cuerpo de Gregorio que, extrañado, lo dejó por imposible y cambió de objetivo. Se dirigió al armario de dos cuerpos que había en la pared situada a escasos metros de la cama. Abrió los cajones y buscó la camisa del uniforme del instituto. Después, abrió las puertas, echó un vistazo al interior del armario y palideció. La imagen que le devolvía el espejo interior del armario distaba de la que estaba acostumbrado a ver. Completamente horrorizado, no tuvo más reacción que un repentino desmayo.

Cuando despertó no recordaba nada. Se frotó los ojos y dio un par de vueltas por el apartamento de plástico traslúcido de colores y se limpió los bigotes. Salió por una de las puertas circulares de su pequeña casa, que estaba conectada a un tubo del mismo material y color que el resto del habitáculo. Se deslizó ágilmente por las resbaladizas paredes hasta que dio con las patas en la rejilla cubierta de periódicos que cumplía la función de suelo. Corrió directo al contenedor repleto de frutos secos que su dueña se había encargado de rellenar con anterioridad y se llenó la boca de cacahuetes. Sin siquiera masticarlos, trepó por las paredes de su jaula hasta llegar a la cesta que colgaba del techo, en la que solía dormirse a menudo. Masticó los cacahuetes, tragó, se acurrucó haciéndose un hobillo y se durmió de nuevo.

No muy lejos, cerca de la cama que había unos pasos más allá, sonó el despertador. Las siete y media. Comenzaba un nuevo día y Su, su dueña, se acababa de levantar, pero no como todos los días. Se encaminó al baño, pero al llegar a la puerta de dio cuenta de que era demasiado estrecha para su enorme cuerpo. Extrañada, fue al armario y buscó su uniforme del instituto pero, al abrir las puertas, palideció y cayó al suelo completamente inconsciente.

Desde la jaula, Gregorio, el hurón, se estremeció y miró el cuerpo de su dueña, desparramado en el suelo. Sus ojos la observaban con un brillo extraño y desconcertante. Había vuelto a hacerlo, se había vuelto a adelantar, de nuevo soñó lo que habría de pasarle a Su.

Gala Jociles Menchero

6 comentarios:

  1. Este relato es el mejor de todos sin duda. Me encanta, ME ENCANTA. La escritora está un poco loca, y por eso hasta que no te lo lees un par de veces no te enteras pero por lo demás.. ¡PERFECTO!

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  2. jajaj esta mu bien este relato...muy bien..pero como dice esta la escrtora esta bastante loca..jajajja

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