sábado, 13 de febrero de 2010

BREVENTOS XIII



El unicornio


Un unicornio azul se despertó en un desierto enorme. Tan desierto que por no haber, no había ni sombras.Se respiraba un aire caliente que te quemaba las entrañas, pero a la vez soplaba una brisa helada que daría escalofríos a un mismísimo pingüino.El unicornio caminaba y caminaba y se preguntaba cómo pudo llegar allí. Seis horas de camino después encontró un árbol majestuoso, con frutas enormes, que parecían tan jugosas, pero para llegar debía cruzar una gran grieta en el suelo que dejaba al descubierto las entrañas de la tierra.El unicornio sabía que si no comía moriría, pero si saltaba también podría correr con la misma suerte.Pero las ganas de comer vencieron el miedo a las alturas y tras coger mucha carrerilla salta al vacío para llegar al árbol. Si no salta muere de hambre, si salta muere en la caída.¿De que murió el unicornio entonces? Yo no lo sé, porque no creo en ellos.

¿Muerte?, al fin soy libre.

Otra vez esa sensación de dolor penetrante que recorre mis venas como si me desangrara. La sangre húmeda y caliente recorre mis labios. Ese perro que pasa por encima de la tierra que me cubre. Creo que siento otra vez el impulso por romper el ataúd con las manos, aunque las tenga ensangrentadas de tanto intentarlo. Siento que mi corazón dará su último latido en poco minutos, creo que mis pulmones probarán la última bocanada de aire. Algunas personas piensan que cuando el corazón para, paras de sentir, pero no es así. Porque yo voy sintiendo cómo me desvanezco del mundo poco a poco.

Sandra Lougedo Pino


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