domingo, 8 de enero de 2012

SOBRE GUSTOS ESTÁ TODO ESCRITO XX





-¡NO! - gritó mi madre.
Se estaban llevando a Jonas. Mi
lindo y dulce hermanito que sacaba a los insectos de casa en lugar de matarlos
de un pisotón, que había entregado su regla para entablillar la pierna de un
viejo cascarrabias.
-¡Mamá! ¡Lina! -gritó él,
agitando los brazos.
-¡Deténganse! -ordené yo,
tendiendo la mano hacia ellos. Mi madre agarró al agente del brazo y se puso a
hablarse en ruso, un ruso fluido y perfecto. Este se detuvo y la escuchó. Ella
bajó la voz y le habló con calma. Yo no entendía una palabra. El agente atrajo
a Jonas hacia sí con un movimiento brusco. Yo agarré a mi hermano del otro
brazo. Su cuerpo empezó a vibrar, sacudido por los sollozos. Una gran mancha
humeda apareció en sus pantalones y se extendio por las perneras. Mi hermano
bajó la cabeza, llorando a lágrima viva.
Mi madre se sacó un fajo de
rublos del bolsillo y se lo enseño al agente con discreción. Este lo cogió y
luego le dijo algo a mi madre, señalando con la cabeza. Mi madre se llevó la
mano al cuello, se quitó el colgante de ámbar que llevaba y se lo puso al
policía en la mano. Pero este no parecía satisfecho. Mi madre siguió hablando
en ruso y se sacó un reloj del bolsillo del abrigo. Yo conocía ese reloj. Era
de oro, y había sido de su padre. Tenía su nombre grabado atrás. El agente se
lo arrabató, soltó a Jonas y se puso a gritar a la gente que estaba junto a
nosotros.
¿Se han preguntado alguna vez
cuánto vale unha vida humana? Aquella mañana, el precio de la vida de mi
hermano fue un reloj de bolsillo.


SANDRA ÁLVARO


http://www.maeva.es/colecciones/exitos-literarios/entre-tonos-de-gris



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