jueves, 22 de marzo de 2012

QUIJOTESCAS IX

Salvador Dalí

cap. IX

Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron
el nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de
hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna,
sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de
“tuyo” y “mío”. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes; a nadie le
era necesario para alcanzar lo ordinario sustento tomar otro trabajo que alzar
la mano y alcanzar de las robustas encinas, que libremente estaban convidando
con su dulce sazonado fruto.
cap. XVIII

Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro si no hace más que
otro. Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de
serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas; porque no es posible que
el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho
el mal, el bien está ya cerca. Así, que no debes congojarte por las desgracias
que a mí me suceden, pues a ti no te cabe parte de ellas.
cap. XXV

Este es el lugar, ¡oh cielos!, que diputo y escojo para llorar la
desventura en que vosotros mismos me habéis puesto. Este es el sitio donde el
humor de mis ojos acrecentará las aguas de este pequeño arroyo, y mis continuos
y profundos suspiros moverán a la continua las hojas de estos montaraces
arboles, en testimonio y señal de la pena de mi asendereado corazón padece ¡oh
vosotros, quienquiera que seáis ,rústicos dioses que en este inhabitable lugar
tenéis vuestra morada ,oíd las quejas de este desdichado amante, a quien luenga
ausencia y unos imaginados celos han traído a lamentarse entre estas asperezas,
y a quejarse de la dura condición de aquella ingrata y bella, término y fin de
toda humana hermosura!
cap. XXXI

Porque vean vuestras mercedes cuán de importancia es haber caballeros
andantes en el mundo, que desfagan los tuertos y agravios que en él se hacen
por los insolentes y malos hombres que en él viven, sepan vuestras mercedes que
los días pasados, pasando yo por un bosque , oí mis gritos y unas voces muy
lastimosas, como de una persona afligida y menesterosa; acudí luego, llevado de
mi obligación, hacia la parte donde me pareció que las lamentables voces
sonaban y hallé atado a una encina a este muchacho que ahora esta delante.

selección de Luis Pantaleón.

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