La fuerza del manzano:
Era sábado, más o menos mediados de abril, el mes de la primavera, y
ellos pasaban la tarde bajo la sombra del manzano como cada día. Charlaban de
lo rápido que pasaba el tiempo y de las cosas que querían hacer. Mientras, la
sombra del manzano se extendía por el césped verde del jardín, hasta que el
resto de la luz del sol quedó reducida a sombra y se hizo de noche. No tardaron
mucho en aparecer las primeras estrellas de la noche en el cielo. Pero ellos
continuaban con su conversación como si dispusieran de toda la vida para
acabarla.
Más tarde su conversación dio un giro inesperado que acabo formando
parte de un juego, se retaban el uno al otro con cosas estúpidas que se suelen
decir cuando se está enamorado. Y sin comerlo ni beberlo él acabo subido al
manzano y comenzó a andarse por las ramas del árbol, como si de un
contorsionista del circo se tratara. Ella reía y le gritaba que bajase. Pero él
seguía sumiso en hacerla sonreír. Las ramas podrían haberse partido en
cualquier momento, pero la noche trancurrió así, con un chico sobre las ramas
de un manzano y una chica enamorada…
Diana Reyes
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