miércoles, 11 de abril de 2012

QUIJOTIZANDO EL SIGLO, X



QUIJOTE-2012

-Paseando
por una avenida, de un lugar que no quiero acordarme, ante unos cubos de basura
(ahora llamados puntos limpios) algo me llamó la atención, me acerqué, cual fue
mi sorpresa, era un ejemplar de D. Quijote, sí de D. Quijote de nuestro Cervantes,
y lo cogí y pensé hasta dónde había llegado nuestro legado cultural.
Sacudí
la mugre que lo cubría, y como si cobrase vida propia, desprendió un haz de
luz, del cual surgieron dos personajes. Uno alto, espigado, delgado,
cimbreándose ante la brisa del viento, que corría en ese momento, el otro bajo
rechoncho, con apariencia bonachona y tranquila.
-El
alto, dirigiéndose a mí, se presentó:
-Soy
Alonso Quijano y este es mi fiel escudero Sancho, y ¿vos? ¿Quién sois vos? , joven
barbilampiño, ¿en qué lugar nos encontramos, en qué época?.
-Soy
Luis Alberto, estamos en un lugar de cuyo nombre no puedo acordarme (o tal vez
no quiera), es el año 2012 siglo XXI.
-¿Vos
nos acompañaríais a conocer este lugar y vuestro mundo?
-Con
sumo placer D. Alonso.
-Mientras
Sancho, con ojos entornados, gesto mohíno y desconfiado le decía.
-¡Volvamos,
volvamos! Mi señor, mire vuestra merced, que esto es completamente desconocido
para nosotros.
-D.
Alonso- le contestó- no amigo Sancho, somos caballeros andantes y debemos
conocer otros tiempos y lugares.
-De
repente don Alonso gritó-¡pardiez! -¿qué es aquel tumulto? de gente, en fila,
cabizbajos que se mueven lentamente, como si almas en pena que llevase el
diablo al infiero.
-Tranquilícese
D. Alonso-le dije- es la cola del INEM, de gente que va en busca de un trabajo,
que le pueda permitir llevar una vida digna, le pueda garantizar lo básico para
poder seguir viviendo.
-D.
Alonso- dirigiéndose a Sancho- no es justo, que esta gente tenga que reclamar
un trabajo para poder comer, mientras tú amigo Sancho, comes buenas pitanzas,
regados con buenos vinos, viviendo interesantes aventuras, solo por estar a mi
servicio.
-Sancho,
afligido contestó a D. Alonso-¡Lo hago por lo que vos me prometió! Por el
gobierno de la Ínsula, no por nada. Aunque, no recuerdo haber comido también
como su merced dice.
-¡Y
aquello que allí veo! –dijo D. Alonso-¿Qué es ese alboroto? Una manada
descarriada, agitando, palas, palos con trapos espantando espíritus que les
atormenta agitándolos al viento.
-D.
Alonso tranquilícese-le dije- son mis compañeros en manifestación, lo que usted
dice palas son pancartas, reivindicativas, los trapos que agitan son banderas y
símbolos, reclamando el derecho a poder leer sus aventuras, y poder contar las
nuestras, puesto que parece que nos lo quieren quitar o cuanto menos
dificultarnos ese nuestro derecho a poderlo hacer.
-Mientras
Sancho con cara de circunstancias y gesto contrariado, al ver un grupo de
jóvenes, en un pequeño descampado con botellas, y alrededor de una fogata para
paliar los rigores invernales se dirige a D. Alonso.
-Vuestra
merced, podemos acercarnos aquel grupo de buenas personas, si quieren compartir
con nosotros sus viandas, pues me siento desfallecer.
-Me
dirigí a Sancho, y le dije- amigo Sancho, aquello que usted ve allí, son
jóvenes, que la sociedad los quiere excluir, no les gusta estudiar, pero
tampoco les facilita una formación para poder incorporarse al mundo laboral, lo
que están haciendo es lo que llamamos botellón, pasar el tiempo que en esas
circunstancias se hace interminable.
-D.
Alonso dirigiéndose a mí me dijo-Joven Luis, acompáñenos de regreso, al lugar
donde nos encontró, puesto que era basura, nada comparable con la inmundicia y
entuertos en los que vos debe de vivir.
-Dirigiéndose
posteriormente a Sancho le dijo-Mi fiel escudero Sancho, no sé que bálsamo de
fierabrás ilusorio los han embrujado, en una ilusión que se les ha desvanecido
en las manos, nosotros nos embarcamos en un sueño, vivimos aventuras y
desenmascaramos a los caballeros de las novelas de caballería.
-Sancho-Mire
vuestra merced, persiguieron la ilusión que les ofrecieron, como yo seguí su
ensoñación y el gobierno de la ínsula que vos me ofreció, aunque en mi interior
nunca lo creí, pero aunque arriesgado, le seguí no hicimos daño a nadie y al
final terminamos desengañados, pero lo vivimos y ahora nos pueden leer.
-Con
las mismas, entraron de nuevo al Quijote de la Mancha de D.Miguel de Cervantes,
yo termino esta redacción y me sumo a mis compañeros al grito de
¡MENOS
RECORTES.
MÁS EDUCACIÓN!.

Luis
Alberto Pantaleón.

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