miércoles, 23 de mayo de 2012

MORIR DE LIBROS, XI



La tarea de nombrar un nuevo ser se acerca a la creación
artística. En aquel mismo instante, una palabra vino a mi mente; cuadraba a la
perfección con las ilusiones que habíamos puesto en aquella niña.
-Celulosa.
Todos se quedaron de piedra. Desde luego, era un nombre
atípico. Laura inspiró con fuerza.
-¿Por qué?
-Bueno, es la materia de la que está hecho el papel. Y esta
niña representa un folio en blanco, aún carente de historia, una hoja de
celulosa pura que aún no ha sido bautizada con la tinta de las palabras.
Uno de los médicos esbozó una sonrisa.
-Yo no diría tanto. Su querida hoja de celulosa viene con un
poema de fábrica, no lo olvide.

-o-o-o-o-

Tengo sueño, mucho sueño,
una paz ancha como el océano se
extiende por mi cuerpo.
Cada vez me duele menos el pecho, la carga de mi tumor
se ha desvanecido.
En mis ojos, las líneas de un párrafo ganan precisión,
dotadas de una consistencia terrenal.
Soy letra, palabra frase
que se hilvana
con las demás para formar un párrafo, un capítulo, una voz que habla en el
vacío. Camino hacia el texto infinito de la muerte,
donde viviré por siempre
junto a los seres que me acompañaron en las páginas de este libro que tenéis
entre las manos.
selección de Ana Llopis

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