La voz de la locura
Tengo que intentar escribir
cuatro palabras para no volverme loco y caer en la depresión. Llevaba tiempo
pensando que ya me había curado de esa enfermedad tan terrible. Pero me
encontré frente a frente con ella, y sobre mi cayeron esos ojos verdes cuya
mirada tan penetrante como una aguja de hielo, me atravesó el alma sin tregua
alguna. Me sonrió y la estancia se iluminó, y mi corazón aceleró su palpitar.
Me saludó, y empezamos a hablar, y
cada palabra que salía de sus labios me incitaban al deseo, me acariciaban con
una dulzura capaz de erizarme la piel. Mientras transcurría la conversación, mi
corazón palpitaba sin ritmo alguno, rápido y lento a la vez, o saltándose
palpitaciones, y tras que ella terminaba una frase, a mí me costaba empezar la
siguiente.
Llegó el momento de la despedida,
y tras dos besos fríos, me despedí de un amor platónico. Cuando giró la esquina
y la perdí de vista, el peso del amor cayó sobre mí.
Llegué a mi casa, y empecé a
comerme la cabeza, torturándome por haber dejado escapar la medicina para
solucionar este mal, y preparándome para una noche eterna...
Daniel Calvo
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