lunes, 5 de diciembre de 2011

POR PRINCIPIOS XLIII




Una flor sin pétalos.

Se había convertido en un
acontecimiento anual. Hoy el destinatario de la flor cumplía ochenta y dos
años. Estaba de celebración en su casa con toda su familia, cuando de repente,
sonó el timbre de la puerta. Un familiar fue corriendo a la puerta y abrió, y
allí estaba, una rosa roja con una nota que decía:
Este año le pasara algo malo a
algún familiar, no dejes que la flor pierdas sus pétalos. Todo depende de ti.
El familiar le dio la carta al
hombre y este se quedó extrañado, creía que era una broma. Pasaron los días y,
por suerte, no le había pasado nada a ningún familiar hasta que un día, llegó
el nieto y le dijo:
- Abuelo, he discutido con la
novia, no sé qué hacer.
-¿Qué ha pasado?
-…
Pasó un tiempo y el nieto se
atrevió a contarle lo sucedido. El le dio su consejo y el nieto se fue con él.
El hombre, se puso a pensar y se
acordó de la flor, fue a verla y había dos pétalos en el suelo.
Al día siguiente, se mascaba la
tensión en la cara del hombre ya que veía que los pétalos de la rosa caían como
agua de lluvia. De pronto, una llamada le alteró, su nieto estaba en el
hospital. El hombre miró la rosa y vio que ya no tenía ningún pétalo, cogió el
tallo y se rajó con las espinas, pensaba que si no podían haber evitado esto su
vida no tenia sentido.
Dos días después, el nieto ya
recuperado fue a casa de su abuelo y lo vio tirado en el suelo con el tallo de la
rosa y una nota que decía: “Lo siento”.
Ese día se fue la vida del abuelo
y nueve meses después, su sangre se vio en un nuevo ser. Había nacido un niño
que nueve meses atrás perdió a su bisabuelo.

David Martínez

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