Se había convertido en un
acontecimiento anual. Hoy el destinatario de la flor cumplía ochenta y dos
años. Se despertó sobresaltado, como si algo le hubiera impulsado a hacerlo,
quizá fue el recuerdo de sus besos lo que le obligó a despertarse de esa manera
impulsiva. Hizo un desayuno especial, sobre la mesa de la cocina dos platos de
bajilla cara, con una cubertería de lo más elegante, dos copas de cristal, y
por supuesto su delicada y preciada flor colocada en un jarrón de mármol
adornaba la mesa. Después de tomar su desayuno, se aseó y escogió de su armario
su mejor traje. Sólo se lo ponía en este acontecimiento anual tan importante
para él. Estiró sus calcetines, se colocó el nudo de su corbata, se echó la
colonia que tanto le gustaba a ella a pesar de que tenía más de 50 años y
probablemente habría perdido olor, pero él la conservaba in fraganti. Se calzó
sus zapatos Martineli, y cogiendo con extremado cuidado su flor, se marchó de
casa. Después de una larga caminata, y de pasar por la floristería llegó al
punto de encuentro, donde se encontraba su amada. Camina con ansia hasta ella,
y repente se para, observa durante unos segundos el lugar donde se encuentra, y
se sienta sobre ella, está limpia ya que el señor que cuida el cementerio
limpia todos los días la lápida y deja sobre ella dos flores, una de ellas es
la que acaba de comprar minutos antes en la floristería, la otra la que ella le
regaló la noche antes de que falleciera. El destinatario de la flor acarició la
lápida, cogió aire y se decidió a decir: -me hago mayor Adana, siento que cada
vez me queda menos para poder estar a tu lado, para poderte ver de nuevo,
tocarte, acariciarte… no he dejado de quererte ni un solo día desde que te marchaste,
y durante estos años vivo absorto en una eternidad, porque vivir sin ti es
vivir sin vida… hoy cumplo ochenta y dos años y soy más feliz porque sé que
cada vez, me queda menos para poder vivir junto a ti en la eternidad, prefiero
mil veces el infierno antes que una luna en el cielo sin ti Adana… Y el
destinatario de la flor extendió sus brazos y se tumbó es la tumba, de repente
algo en él se descolocó, sintió una presión en el pecho profunda durante unos
minutos y luego nada… vacío… su corazón dejó de latir…
Después de 29 años aquel
destinatario de la flor, aquella flor cuyo cariño especial guardaba y
conservaba… volvió a reunirse con su amada.
Belén Tranche
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