lunes, 5 de diciembre de 2011

POR PRINCIPIOS XLIV




Muchos años
después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había
de recordar aquella tarde.
Era una
tarde calurosa del mes de agosto cuando Aureliano tenía sólo nueves años y
salió con su padre, el señor Marcos, a dar un paseo.
A la hora,
llegaron al cuartel donde trabajaba el señor Marcos, Aureliano por primera vez
vio el ambiente donde trabajaría años después como sucesor de su padre.
Salieron al
patio y vio a un montón de hombres frente a un muro de color grisáceo, con los
ojos vendados y lamentándose quien sabe de que.
3, 2,1… una
ráfaga de disparos, todos muertos…
Aureliano
volvió a mirar al pelotón y recordó el dolor y el trauma que marcó su vida
aquel año.
Cargaron
armas, y se escuchó un:
-¡Les ordeno que no disparen!
Aureliano
perdonó la vida a los condenados.

Verónica Pérez

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