domingo, 4 de diciembre de 2011

POR PRINCIPIOS XL


En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme… estaba
él. Tan aseado como siempre pero con ese toque desenfadado que le identificaba
como bandido. No podía pertenecer a la nobleza pero todas las hijas de los
aristócratas suspiraban por él. Sentado en una terraza del pueblo mientras
tomaba algo perseguía con la mirada a las muchachas que lucían sus faldas de
alta costura terminadas en un corsé que las oprimía el pecho tanto que ni
respirar podían. Ellas sabiendo que eran miradas por el no dudaban en hacerse
las estrechas a la vez que dejaban esbozar una pequeña sonrisa disimulada
mientras que sus párpados se dejaban caer.
El era Aníbal Bravo, caballero valiente donde los
hubiera, cuando se colocaba su sombrero y subía a su caballo, el trote del
caballo era un tambor que marcaba los latidos del corazón de todas. Sus amoríos
con las bellas hijas de los aristócratas
hacían que estos las tuvieran encerradas en sus grandes y lujosas casas para
mantenerlas alejadas y fuera de los temibles brazos de Aníbal. Yo siempre había
sabido quien era él pero él nunca supo de mi existencia.
Yo era Almudena, la más mayor de las hijas Valverde
y por ello la más responsable. La noche de las fiestas del pueblo todas las
gentes se ponían sus mejores galas y salían a bailar al ritmo de la música. Mis
hermanas y yo nos arreglamos ilusionadas porque nuestro padre nos dejaría salir
por primera vez solas de la casa. Mi padre era el temible Valverde, el manejaba
todo el pueblo ya que era el más rico de él. Nos pusimos nuestras mejores galas
y salimos orgullosas hacia la plaza a lomo de nuestros caballos. Sabíamos
montar muy bien y eso nos identificaba. Cuando bajamos del caballo podíamos
intuir que entre la multitud se encontraba él ya que todas las muchachas se
comportaban como prostitutas. Cuando mis hermanas fueron a por algo que tomar
noté la presencia de alguien tras de mí. Me volví y ahí estaba él, con su
chulería y su mirada desafiante. Intentó cortejarme, acariciarme la mejilla
derecha, pero yo se lo impedí con un movimiento de cabeza hacia la misma. Le
miré desafiante y el retrocedió unos pasos hacia atrás.”Montas muy bien a
caballo” me dijo, y yo le contesté que para ser una dama lo hacía mejor que
muchos caballeros. Sin dejar de aguantarle la mirada me resoplé hacia arriba y
así moví unos centímetros mi flequillo de la cara. Con una carcajada me desafió
a una carrera de caballos, él y yo. Accedí encantada con la clase que me
corresponde mientras ponía mis brazos en jarra.
“Es más, ahora mismo”le dije. Y así fue. Al trote
del caballo los dos cogimos el camino que dirigía a las casas de los más
pobres. Yo le tomaba unos metros de distancia y el quedaba atrás, usando sus
mas rastreras artimañas intento tirarme del caballo. Cuando parecía que lo
conseguía frenó en seco y me evitó caer.
-¿Ves como yo puedo montar mucho mejor?- me dijo.
Al mismo tiempo, su mirada ya podía colarse dentro de mis ojos incluso los
había hecho suyos.
- Eres un mal nacido- le dije enfadada entre
gritos, pues algo que me caracteriza muy bien es mi carácter. Violentamente él
me cogió del brazo y tras darme un giro me agarró de la cintura, me miró a los
ojos de nuevo. Así comenzaría todo.
En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…él me
besó.

Lorena Expósito

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