lunes, 6 de febrero de 2012

LITERALMENTE II


EL REFLEJO DE LA VERDAD

Era una
mañana de primavera, o quizás de principios de verano. Hacía Sol, y calor,
mucho calor. Tenía el estómago revuelto,
el termómetro marcaba 27ºC
y sin embargo yo sentía como mínimo unos 50ºC. Decidí ir al médico. Todo era raro, fuera
de lo normal; las batas se habían vuelto moradas y las paredes amarillas. No le
di importancia, serían delirios míos. De pronto sentí un golpe que salía de
dentro de mi barriga, como si algo quisiera desgarrarme y salir hacia fuera. Me
tiré al suelo en un chillido ahogado, pero era como si no existiera; todo el
mundo a mi alrededor seguía con su normalidad. Y yo seguía sufriendo, sintiendo
ardor. Me giré y descubrí un espejo; un espejo que mostraba mi reflejo. De
pronto se ensangrentó. El dolor cesó y la curiosidad aumentó. Sentí la
necesidad de ir hacia él. A medida que me iba acercando la sensación de
malestar iba creciendo. Acerqué la mano y limpié una parte del cristal.
Entonces lo vi. Horrible, nauseabundo, hermético. Empezó a ascender a gran velocidad
y salió hacia el exterior como un cohete. Me sentía vacía. Miré al suelo. Había
echado las tripas por la boca. Pocos segundos después, me sumí en un sueño
eterno.
María Fernández

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