miércoles, 15 de febrero de 2012

LITERALMENTE XIII


Él estaba sentado como de costumbre en el bordillo de aquel banco
donde tantas veces me había esperado… Yo no comprendía por qué estaba pasando
todo esto y por qué él no podía estar más tiempo a mi lado pero sin lugar a
dudas empecé a pensar que aquello no iba a durar mucho… Cada tarde yo iba a
buscarle como de costumbre, ya que era verano y no teníamos clase.
Pero aquella tarde él estaba raro, yo no sabía que pasaba pero algo
intuía, él no se dejaba de fijar en otras chicas y a mi cada vez me daba menos
abrazos y alguna caricia insignificante…
No entendía que había hecho mal todos esos años, si éramos felices y
nunca habíamos discutido, ¿qué estaba pasando?, ¿por qué estaba diferente
conmigo? En esos momentos me hubiera gustado meterme en su cabeza para poder
averiguar qué estaba pensando él y poder poner solución a todo aquello de una
vez…
Al fin y al cabo yo no era feliz y al parecer él tampoco lo era…
Decidimos darnos un tiempo y de vez en cuando yo subía a su casa
porque su madre y yo siempre nos hemos caído bastante bien, así que ella y yo
nos veíamos a menudo. Pero aquella tarde fue bastante diferente; yo subía con
una caja de bombones para acompañarlos con un café y charlar con su madre, pero
mi sorpresa fue cuando él llegó de la calle y entró al salón. Iban de la mano,
de la mano del plumero… y yo le vi… Ahora comprendía todas esas miradas que se
cruzaban entre él y ella aquellas veces que quedábamos todos juntos…
NATALIA GAÑÁN

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