Roger James Mac Fly.
Era el año mil novecientos
noventa y nueve. Roger cumplía aquel día cinco años. Su padre le regaló un pequeño jilguero que había encontrado en
el monte. Roger entusiasmado, fabricó con su padre una pequeña casa de madera
en la que pudiera descansar el pequeño pájaro. Compró alpiste de la mejor
calidad y a la hora de ponérselo a su nuevo mejor amigo, pensó que debería
probarlo para ver si estaba o no, en
buen estado. Probó un poco. Miró dentro de la bolsita y vio otros piscos de
diferentes colores. Tenía interés en probarlos. Sin querer, se acabó la bolsa.
Esa noche Roger durmió fatal.
Sentía un cosquilleo que le rozaba los labios, se introducía por su garganta y
acababa en un intenso dolor de cabeza. Al día siguiente una bandada de pájaros
rodeaba su cama y se posaban sobre su ventana. Hizo como si no viera nada y
bajó a desayunar. Aquel día no comió sus cereales favoritos. Vio sobre la mesa
unas barritas de muesly, que se comió sin decir palabra. Su madre instigada por
aquel comportamiento, lo llevó al médico. “ Doctor, ¿es contagioso?” “Esta vez
sí” . Roger era un caso especial. “¿Y es grave?” “Hoy no”. “Menos mal”.
El día
que lo trajo la cigüeña fue muy duro. Y desde aquel día, Roger contento
amanecía cada mañana cantando una alegre melodía. No había duda, tenía pájaros en la cabeza.
Jesús Carreras
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