viernes, 17 de febrero de 2012

LITERALMENTE XVI


Wolframio

Aquel
sábado se paseaba por el bosque en llamas vestido con unas pieles de zorro.
Comía carne cruda y su piel se tornaba verdeazulada cada vez que pronunciaba la
palabra “wolframio”. Su lengua era bífida y plateada; dos remolinos de
oscuridad eternamente girando se abrían paso desde el interior de su cráneo y
salían al exterior por sendos orificios formando lo que debían ser sus ojos.
Era diferente y los humanos lo temían. Lo encontraron; y no tardaron ni quince
minutos en decidir qué debían hacer: matarlo. Corría desesperado de un lado a
otro, lo redujeron mediante flechas previamente envenenadas. Parecía a punto de
morir, cuando esbozó una sonrisa que dejaba al descubierto unos dientes
puntiagudos y afilados como agujas. La sangre manchaba su lengua plateada.
Emitió un sonido, se estaba riendo. Los humanos sintieron dolor, su tronco
comenzaba a inclinarse hacia atrás, a troncharse. Había brazos y piernas
doblándose en ángulos antinaturales, tendones estallando y dejando los músculos
sueltos bajo la piel, los ligamentos se resquebrajaron acabando así con la poca
firmeza que quedaba en sus esqueletos y los huesos se fracturaron hasta hacerse
pedazos. Antes de que sus cuerpos cayeran al suelo, los humanos ya habían
muerto.

LAURA GARCÍA DE LA CUEVA

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