lunes, 21 de noviembre de 2011

POR PRINCIPIOS XII



Alzheimer

Se había convertido en un acontecimiento anual. Hoy el destinatario de
la flor cumplía ochenta y dos años. Ella cumplía ochenta y dos años y
cada año su marido le regalaba una flor. Se había convertido en una
costumbre pero él la quería como desde el primer día y cada día la
cuidaba tal y como se merecía. Pero en su recuerdo ya no quedaba nada.
Ella no sabía quién era ese hombre que cada día la aseaba y la hacía
la comida, no recordaba que estuvieron casados y enamorados, tampoco
recordaba que tuvieron unos hijos maravillosos ni que sus nietos iban
a visitarla cada domingo. Cada tarde él la empujaba en su silla de
ruedas y los dos juntos paseaban por el parque en el que habían comido
tantas veces hace muchos años y en el que habían pasado momentos muy
felices. No era consciente de lo que sufría, pero iban pasando los
días y su marido la intentaba animar cada día para salir adelante, los
dos juntos, porque para él lo primero que había en este mundo era
ella. Aunque era duro, él siempre estaba al lado de ella, de la mujer
de la que estuvo locamente enamorada y que ella no recuerda quien es.
Es esa maldita enfermedad, Alzheimer, la que a ella no la deja
recordar lo felices que eran entonces.

NATALIA GAÑÁN

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