jueves, 17 de noviembre de 2011

SOBRE GUSTOS ESTÁ TODO ESCRITO IV






¡Eh, presidente!, soy yo, ¿te acuerdas de todo lo que luchamos y ahora cedes y cedes y vuelves a ceder? Él se asoma atraído por mi cuerpo untado en aceite pero solo ve una risa sin nadie, la risa de la impotencia hecha locura: ¿He dedicado mi vida a la política para esto? ¿Para que nos retraigamos sin haber siquiera asomado la cabeza: nada sabemos, nada podemos, qué miedo, qué miedo que vienen los mercados? (…)



Después, otro impulso a mi vuelo: Querido diablo Voland, aguarda aún. Ganaré altura, cruzaré el cielo hasta la morada de la ministra de Igualdad, derraparé por el aire y tal vez me cuele por su ventana abierta: ¡Hola, joven ministra! ¿Sabes que tienes las horas contadas? ¿Sabes que están tramando tu caída? Y no, no pondrán a otra en tu lugar porque se trata de suprimir el sitio y la palabra, lo vengo sabiendo desde mis tiempos de estudiante: libertad, fraternidad, les gustan, son comodines, pero igualdad, ya sea entre sueldos o géneros, eso sí que no. Pequeña Morgana confinada a los bosques de lo consentido y no a los de lo justo; ¡zas!, un golpe de su cetro y se acabó. Ministra, tú y yo hemos visto a los machos cuando lloran y se cortan las manos, cuando gimen sin árboles, Minotauros de cama matrimonial; tú y yo quisimos que entrara el aire en las mazmorras blancas, la cocina a la izquierda, al fondo el salón con el aparador y los cuchillos; hacía falta respirara, hacían falta caminos llanos para los Minotauros y claridad y límites, pero en los cónclaves se cede a la presión, los ministros asienten satisfechos y una vez más detrás de la puerta el Minotauro se la guisa y se la come mientras las niñas del siglo XXI cantan todavía: Don Federico mató a su mujer, la hizo picadillo y la puso a revolver…

Acceso no autorizado, Belén Gopegui, Mondadori 2011.








LiteRosa.

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