miércoles, 23 de noviembre de 2011

POR PRINCIPIOS XIX




Al
hombre sin entrañas le ha costado mucho hacer beber sin medida a su amigo y,
con la excusa de dejarlo durmiendo en su casa, se ha salvado de ir a la comida
de la familia de su mujer, típica familia desordenada que resulta a veces
molesta y pesada. En esa familia, la única persona normal es la mujer de él,
los demás, en las comidas, siempre están hablando alto, los niños tirándose
pan, el abuelo mirando por la ventana de aburrimiento, la sobrina mayor
(gótica) se queda mirando el plato hasta que prueba algo al cabo de diez
minutos… Esa familia no era normal. Tras irse su mujer de casa a la comida, el
hombre sin entrañas despertó a su amigo, medio inconsciente por el resacón, para salir toda la tarde de
fiesta y librándose de la pesadilla de la comida.
En
un momento dado, uno de los primos se atraganta, lo llevan al hospital y se
suspende la comida. Con ello, la mujer de regreso a casa, se da cuenta de que
su marido no está y tras descubrir que está tonteando con otras y que la ha
engañado, le echa de casa. Más tarde pide el divorcio. Él se lastima, pero ya
tarde.
Moraleja: Quien ríe el
último, ríe mejor.
Mario
Solís

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