“Y ahora está aquí, frente a mí. Y la comparto con otras
personas. Todo lo que era mío, solo mío. Y repentinamente me veo corriendo a
través de un laberinto hecho de momentos: nuestro primer encuentro, el primer
beso, la primera vez... La explosión enloquecida de mi amor por ti. Y en un
instante recuerdo todo lo que no he podido decirte, todo lo que hubiera querido
que supieras, la belleza de mi amor. Eso es lo que hubiera querido mostrarte.
Yo, simple cortesano admitido de tu corte, arrodillado delante de tu simple
sonrisa, frente a la grandeza de tu reino, hubiera querido mostrarte el mío.
Sobre una bandeja de plata, abriendo los brazos en una reverencia infinita,
mostrándote mi regalo, lo que sentía por ti: un amor sin límites. Aquí tienes,
señora, ¿ves?, todo es tuyo. Sólo tuyo. Más allá del mar y en el fondo, allí
abajo, más allá del horizonte. Y aún más, más allá del cielo y más allá de las
estrellas, y aún más, más allá de la luna y más allá del cielo y más allá de lo
que esconde. Eso es, éste es el amor que siento por ti. Y más aún. Porque esto
es sólo lo que podemos saber. Te amo por encima de todo aquello que no podemos
ver, por encima de lo que no podemos conocer. Ya está, eso es quizá lo que
también hubiera querido decirte. Pero no pude. No pude decirte nada que
tuvieras ganas de escuchar. ¿Y ahora? ¿Qué podría decirle ahora a esa chica que
está sentada en el sofá? ¿A quién puedo mostrarle las maravillas de ese gran
imperio que le pertenecían? Te miro y ya no estás. ¿Dónde te has metido? ¿Dónde
está esa sonrisa que me convertía en náufrago de certezas, pero tan seguro de
felicidad? Querría escapar pero no hay tiempo, ya no hay tiempo. Aquí estás.”
ALEJANDRO RODRÍGUEZ MENA
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